Las
virtudes cardinales son la Prudencia, la Justicia, la Templanza y la Fortaleza. Se encuentran ya en el
paganismo grecorromano. En
Platón se encuentran asociadas tres a cada una de las partes que tiene el alma según su teoría. La
virtud de lo racional es la prudencia, la de lo irascible es la fortaleza y la de lo concupiscible es la templanza o moderación. La cuarta, que es también la
virtud más importante de todas, es la justicia, que nace cuando cada una de las partes del alma cumple bien su tarea y viene a ser así una
virtud rectora encargada de cohesionar las otras tres. También se encuentran formuladas en
Cicerón, en su tratado
De officiis (es decir, "Sobre las obligaciones") y por el emperador filósofo
Marco Aurelio en sus
Meditaciones. El
Cristianismo añadió a estas
virtudes las llamadas
Virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.